martes, 8 de julio de 2008

¡ARRIBA LOS POBRES DEL MUNDO!

«¡Arriba los pobres del mundo!». Con ésta consigna anacrónica, huera, con rancios olores soviéticos, se comulgaron al finalizar la eucaristía del 37º Congreso federal del PSOE que ha tenido lugar el pasado fin de semana los feligreses socialistas de toda laya. Semejante sentencia sonaría victoriosa, elocuente, excitante para los socialistas de comienzo del siglo XX, pero es, sin lugar a dudas, –además de un ridículo estentóreo– una manera de arengar a la tropa de pelagatos y ablandahigos que lo presenciaba de lo más sectaria y soberbia posible. Máximas de corte mántrico, sencillas, de escaso rigor intelectual y, ante todo, vacías. Eso es lo que siempre han buscado, como el buitre la carroña, los prebostes de la mal llamada inteligentsia socialista.

Lo llamativo es que sean vertidas por el aparato fonador de una caterva de millonarios de pedigrí, de la corte de afincados en los opulentos chalés adosados de Pozuelo de Alarcón, que gozan de toda una suerte de privilegios y concesiones reservadas para una élite que hace sus Américas a cargo del contribuyente, con nocturnidad, alevosía, premeditación y todos los agravantes posibles. Vamos, que el famoso axioma de la no-agresión de Rothbard puede sonarle a chiste barato a esta cohorte de Beguinas y Dominicos.

Si como escribiera Albert Camus, “es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto”, el puñal que el peor Presidente de la democracia española esconde tras sus seráficas intenciones, al tiempo que se granjea odios africanos entre ajenos y propios, es toda una enseña de las pústulas que puede levantar un Ejecutivo empeñado en tejer nubes de colores. Para toda esta cuadrilla resulta no solo tolerable, sino también aconsejable, el hecho de llamar a la buenaventura de la pobreza. Mientras que miles de personas pierden sus empleos, decrece el nivel de vida y aumentan los problemas sociales, al socialismo sólo se le ocurre ser positivos para capear la crisis y vitorear el voto de pobreza. Para quitarse el sombrero…

Es tal la obsesión del socialismo por jadear una pobreza que ellos mismos generan con sus nefandas políticas económicas que la conciencia marxista se desgarra en la contradicción de abolir la pobreza y adorarla

Para nuestro ayatolá de la moral y el rebose intelectual, es indispensable cerrar el círculo creando una serie de medidas y proyectos encaminados a elevar al hombre moderno al acercamiento a unos valores espirituales que nada tienen que ver con la concepción materialista de los conservadores y liberales. Así, de nada sirve alimentar al hambriento o vestir al desnudo, pues para ello nos dota el Altísimo –entiéndase San Marx– de unos anhelos por colmar una vida interior alejada de la trivialidad y el absurdo trasiego de la vida material.

Sin embargo, es sabido en todo el orbe que este rebaño de nuevos ricos no es que sea precisamente el vivo e inmaculado reflejo de una rigurosa vida ascética ni que se paseen con sus escudillas de mendigos tibetanos por los lujosos pasillos del Congreso.

La Tramoya que nos tratan de meter entre pecho y espalda los tarambanas de la crema izquierdista a fuer de repeticiones respecto a una supuesta superioridad moral que, por definición, es patrimonio irrenunciable del socialismo, roza extremos lancinantes. Así, sentar las bases de que el socialismo parte de una serie de premisas morales e intelectuales mucho más altas que las que pueden representar ciertos liberales, basándose en que sus principales activos son el desarrollo de una vida interior mucho más deliciosa que la ajada vida material de la derecha capitalista, es como pasearse descalzo por el filo de la navaja.

Para el socialismo, por definición, la meta última de su ideario común es la satisfacción de la mayor parte de la sociedad, especialmente las clases más desfavorecidas. Sin embargo, obviar que la vida interior es superior al desarrollo de una vida exterior paralela, no sólo choca, sino que contradice sus propias teorías. Cuando el liberalismo, en su modestia, se preocupa por las cuestiones materiales que, en última estancia, son aquellas que permiten el desarrollo de una feliz vida interior carente de tribulaciones mundanas como el hambre, el desamparo, la insalubridad, el paro y toda una serie de problemas que, en caso de padecerlos, colocan al individuo en una posición de máxima susceptibilidad respecto al dolor, no hace más que admitir tácitamente que la vida material no da la felicidad, pero sí evita el dolor. No es tanto como garantizar una suerte paraíso en la tierra como prometen los utópicos poseedores del complejo de Fourier, pero, a decir verdad, es mucho más reconfortante saber que se crean las condiciones para una vida material que permita una comodidad que el socialismo siempre ha negado, al tiempo que hacía promesas imposibles. Recordemos que el viejo Trotsky aseguraba que en la sociedad socialista, «el hombre medio llegará a igualarse a un Aristóteles, un Goethe o un Marx. Y, por encima de tales cumbres, se alzarán otras aún mayores».

Lo cierto es que para Zapatero, claro ejemplo del tocado por el complejo de Fourier, ésta es la ruta de navegación a seguir, esperando conseguir idénticos resultados, pero con Saramagos supliendo a los Goethes. Literatura y nada más, la que le permite salir de naja respecto a los verdaderos problemas humanos que lastran la existencia de millones de personas.

En palabras de Montesquieu, una injusticia hecha a uno solo es una amenaza para todos, admitir la primera injusticia es abrir la puerta a todas las que les siguen. Injusticia es a fin de cuentas la que genera un Gobierno que, creyendo estar agasajado y tocado por el índice de Dios como en el fresco de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina, consigue siempre resultados totalmente opuestos a los que de partida buscaba. Un Gobierno furibundo, alcanzado por el pecado de la vanidad e hipnotizado con grandes ilusiones que en ilusiones se quedan. No olvidemos así que, según Freud, la ilusión es una especie de consolación que se caracteriza por su inmunidad ante el ataque de la lógica y la realidad. ¡Qué puntería! Sabias pinceladas que describen la psicología de un personaje –Zapatero– llamado a extender su particular neurosis y esencia de Peter Pan al resto de la sociedad, ignorando que ésta, en su insobornable llaneza, sí se conforma con tener la nevera llena, un trabajo y las cuentas claras. Lo demás, ya es cada cosa de cada cual, ¡carajo!

Que se cree, como la jota de La Dolores, grande como el mismo Sol

EL BALANCE INVISIBLE

Que un personaje de farragosa torpeza, todo un zote en lides económicas, efigie de la amoralidad y la petulancia más supina, diga que la crisis es una cuestión opinable y que los actuales problemas que atraviesa el país son obra de la maledicencia del capitalismo, es el mayor acto de iniquidad que puede cometer un gobernante para con sus ciudadanos.

El manido discurso victimista en el que se encastilla toda esta pléyade de socialistas de escaso fuste, posee tan poco peso intelectual que no puede hacer otra cosa sino ofender. Así, existe un grueso de la población que, más por confusión que por ignorancia, le acaricia el lomo al Gobierno, le ríe la gracia, lo toma en serio, deglute y digiere sus peroratas a fin de correr una suerte de desdoblamiento inducido y casar con el discurso político de moda. Voila, así nos encontramos con el perfecto cuadro clínico de propaganda progresista, oriflama de la “ciencia socialista” de la que hablaba Lenin.

En este orden de cosas, si usted conversa con alguien de profundas convicciones socialistas, se escapará por los cerros de Úbeda, dirá que la culpa es única y exclusivamente del petróleo, de las políticas neoconservadoras, que la crisis es internacional, e incluso se mostrará benevolente con el pobre Zapatero, que sin comerlo ni beberlo…menuda la que le está lloviendo.

Si el mismo discurso se encuadra en un marco más descolorido, con alguien más apolítico, éste zanjará el asunto señalando a la crisis internacional, la burbuja inmobiliaria y ¡ale!, a echar tierra de por medio.

Por el contrario, si miramos el problema críticamente, avizorando todas las esquinas, buscando las huellas como un zahorí, nos toparemos de golpe con un círculo de fluctuaciones y complejidades mucho más amplio de lo que nos venden desde los altavoces monclovitas. Y gran parte de ello, claro está, prendido por la llama del Gobierno.

El tema del petróleo tiene su punto de verdad: obviamente, los 150 dólares del barril no los define Zapatero en un conato de Octavio Augusto. Ya quisiera tanto poder el Iluminado…

De lo que sí es responsable directo Zapatero, sin embargo, es que los hidrocarburos representen el 82% de nuestro consumo energético total, al tiempo que toda la potencia energética instalada durante su legislatura haya sido de ciclos combinados de gas (90%) y de energías renovables fuertemente subvencionadas (10%), cuyo coste de generación multiplica por ocho el de las centrales nucleares en funcionamiento y por tres las de nueva construcción.

A ello le sumamos una política que ha impedido la creación y modernización de refinerías, por lo que tenemos un sistema de refino de petróleo totalmente insuficiente para nuestras necesidades, y además el más obsoleto de toda la UE-15, lo que nos lleva a un déficit tan gigantesco de gasóleos, que tenemos que importar anualmente más de 15 millones de toneladas, casi el 50% del total. Por no hablar de la política antinuclear: mucho señalar al petróleo por su tendencia al alza y la repercusión que tiene como fuerza centrifugadora sobre resto de la economía, pero ahora bien, a la energía nuclear, ni mirarla. No será este Zapatero remendón quien tire del hilo de Ariadna...

Tenemos así identificado buena parte del problema –el energético–, pero por desgracia, el exceso de intervencionismo y el afán de un Gobierno obnubilado, con más literatura que convicciones, empecinado por controlar todos los resortes de la economía, genera más problemas de los previstos. Es lo que Von Mises denominó la dinámica del intervencionismo. El Gobierno carece de la información subyacente que se desprende de la intervención primera, por lo que todo lo que suceda en consecuencia será igualmente una nueva obstrucción al proceso de libre mercado y, por tanto, respeto a la libre voluntad de los individuos que deciden cómo acceder a la conquista de sus anhelos. Cada intervención necesitará de una nueva que cubra los efectos de la anterior. Todo ello, por tanto, no hará más que distorsionar las señales del mercado. Así, ¿cómo es posible que suban los salarios y baje la capacidad de compra de los ciudadanos?

La razón de todo este embrollo se halla ligado a lo que acabamos de comentar. Se han eliminado lo que en el mercado se denominan estabilizadores automáticos: si baja la actividad, baja la capacidad de compra de la gente y, por tanto, como puedo pagar menos, bajan los precios. Pero si, por ejemplo, como Gobierno limito la productividad, subvencionando ciertos sectores como ocurre con los transportistas, además no permito que las compañías aéreas puedan transportar libremente las mercancías porque metemos la competencia de Renfe, que es una empresa pública; que además subvencionamos los precios del AVE para fastidiarles y no puedan transportar libremente…el cuadro resultante será un mapa de alteraciones como el expuesto antes con la dinámica del intervencionismo.

El resultado es bien sencillo. Nos encontraremos con un mapa de señales totalmente alterado, artificial, por el que Gobierno navega sin rumbo, con la única pretensión de abarcar un radio de acción que lo sobrepasa. Es lo que ocurre cuando el “yo colectivo”, representado por el Estado -en su más pura esencia rousseauniana-, y desde su altura, trata de coordinar mecánicamente las vidas de millones de individuos, olvidando que sus principios, sus ejes de ordenadas y coordenadas, se hayan ligados a su propia subjetividad y, por tanto, libertad. Es por ello por lo que no se puede cuantificar objetivamente la cantidad de anhelos que el Estado puede satisfacer arbitrariamente. El Estado siempre tenderá a determinar equivocadamente que su sabiduría está por encima de la del mercado (entiéndase: individuos). Pero como señalara Milton Friedman: el Gobierno nunca aprende; aprende la gente.

Llegando más lejos, podemos determinar que buena parte del problema se basa en que toda intervención cuesta di-ne-ro. Un dinero que, obviamente, ha tenido que ser extraído con anterioridad mediante unas políticas fiscales llamadas a limitar la cantidad de bienes económicos que puede tener un individuo en pro de igualar al resto de ciudadanos. Olvidamos así que la espada corta en ambos sentidos; por ello, la igualdad siempre tirará a la baja éstos bienes por su propia naturaleza, nunca al alza, por perogrullada al cubo. En palabras de Thomas Sowell: “Hoy en día, los "progresistas" quieren extender aún más el control político a los ingresos. Lo llaman "justicia social" pero también podríamos llamarlo Rumpelstiltskin y seguiría significando que los políticos decidan cuánto dinero nos permiten tener a cada uno de nosotros”.

Pero esto siempre será como alimentar la caldera de la locomotora de un tren de vapor con la madera de los vagones. Mientras más bienes se sustraigan vía impuestos para cumplir unos objetivos sociales, más demanda habrá por una parte de la población que, desigual pero no necesitada, los reclamará también, creando así una espiral por la que cada vez se requerirá detraer más impuestos. Lo social, entendámonos, es una boca imposible de saciar.

Así, a la luz de los hechos, los resultados visibles del exceso de intervencionismo de la política de Zapatero son significativos. Somos el único país de la OCDE donde en los últimos años ha descendido el poder adquisitivo de los salarios, mientras que en el resto ha crecido; ha pasado del puesto 23 del Global Competitiveness Index que alcanzó en 2003 al puesto 29 en 2007; nos encontramos en caída libre en cuanto al Índice de Libertad Económica; unas subidas del coste fiscal que pagan las compañías por sus trabajadores alcanzando con Zp su cota más alta: el 39,1% de lo que retribuyen por sus empleados acaba en manos de Hacienda, lo que supone cerca de 2 euros de cada 5; la participación de los salarios en el PIB más baja de toda la Unión Europea; unos resultados en el informe Doing Business del Banco Mundial por los que España ha pasado del puesto 108 al 118 en el ranking que establece la facilidad de abrir un negocio…Todo ello, por un gobierno que presume de socialista y que, obviamente, reniega de su naturaleza de vitola intervencionista jurando y perjurando mientras se da golpes en el pecho.

El resultado final, por encima de valoraciones e informes, será mucho más diáfano: disminución del dinero que tenemos en el bolsillo y paro, mucho paro. Pero claro, para eso siempre está la estadística del INE -recordemos que su propio nombre indica que viene de Estado, por lo que nunca tenderá a dar datos fehacientes-. Así, el Ministerio de Trabajo, manipulando con chabacana desvergüenza y nefanda alevosía, cifró en 15.000 el número de nuevos parados en el mes de Mayo, mientras que el Ministerio de Economía lo amplió hasta 91.400, la peor cifra en 70 años. –qui prodest?- Huelga señalar en cuanto al INE, el dedazo de Zapatero respecto a Jaume García, nuevo Presidente, a fin de trucar los coeficientes de reparto de impuestos de cara a la aprobación del Estatut. Entre las fechorías de su tramoya se encuentra, además, la de cambiar los datos de crecimiento interanual de la construcción, cambiando el -5% al 1,3%.

La manipulación de este Gobierno llega a ser tan flagrante que, aun contando con datos de multitud de estudios independientes que auguraban nuevos tiempos de vacas flacas, se saca de la chistera unos datos de crecimiento totalmente virtuales, unas cifras de producción, generación de empleo y previsiones cargadas de falsedades. Por no hablar de los índices de inflación reflejados posteriormente en Eurostat. Ni un solo analista de este país la dio por buena; pero ocurre que Eurostat repite las cifras que le da cada país sin comprobar nada, y menos cuando el maestro de orquesta de Eurostat es Almunia.

Aun así, no contentos con ello, a contrapelo, determinan los Presupuestos Generales del Estado con la ridícula estimación de 71 dólares el barril, aun a sabiendas de su escalada. Nos hallamos por tanto ante un mapa de terrorismo intelectual. Mientras que un juez siempre podrá condenar a un medio por difundir información falsa, o a un individuo por robar, el Gobierno siempre podrá correr una suerte de Todopoderoso y llenarse la boca de falsedades mientras llena sus alforjas coactivamente. Ver para creer…

Con este panorama, a Zapatero no le duelen prendas para no seguir con su astracanada prometiendo y regalando a troche y moche. Ya sabemos: nadie promete tanto como aquél que sabe que nada va a cumplir, como sabiamente escribiera Quevedo